dificultades que
estamos padeciendo. Internamente entre ellos debaten todas las cuestiones que
los políticos exponen o denuncian, empero no pueden opinar públicamente.
Alfredo Peña.
Todas las ramas de
la ciencia moderna, concienzuda y seria, convergen a la proclamación de esa
grande, de esa fundamental y decisiva verdad: el mundo social, el mundo
puramente humano, la humanidad, en una palabra, no es otra cosa que el
desenvolvimiento último y supremo -para nosotros al menos relativamente a
nuestro planeta-, La manifestación más alta de la animalidad. Pero como todo
desenvolvimiento implica necesariamente una negación, la de la base o del punto
de partida, la humanidad es al mismo tiempo y esencialmente una negación, la
negación reflexiva y progresiva de la animalidad en los hombres; y es precisamente
esa negación tan racional como natural, y que no es racional más que porque es
natural, a la vez histórica y lógica, fatal como lo son los desenvolvimientos y
las realizaciones de todas las leyes naturales en el mundo, la que constituye y
crea el ideal, el mundo de las convicciones intelectuales y morales, las ideas.
-El estado no tiene
controles suficientes, debido a las fallas de la Administración Pública, para
que no se produzcan esos desvíos. Eso ha ocurrido siempre, desde luego hay que
hacer esfuerzos para instrumentar los remedios pertinentes. Canache Mata.
Ved a estos altos
simios de pelambre rubia, de cenicientas clines, de grisosas lanas e indecente trasero
que ostenta la desolladura azulosa y rígida de las grandes heridas… Vedlos
pululando en torno vuestro, tratando de imitar el lenguaje humano con sus breves
ladridos y sus horrendos balbuceos pueriles; mendigando, robando o exigiendo
toda cosa; infatigables en la actividad codiciosa de sus largos dedos astutos,
de sus engarfiadas uñas y de las rosadas palmas de sus manitas, siempre aptas
para convertir los votos depositados en las urnas en billetes depreciados para
usura de los humildes, beneficio de los poderosos y cuantiosa comisión de los
intermediarios prestimanos.
¡Ved a esta despreciable
horda, que pretende asemejarse al hombre, a nuestra condición; la horda que
diezma las cosechas logradas con tan largo jadeo y tal angustia; la horda que
casca con sus pequeños dientes aguzados y rechinantes el cacahuete del erario; la
horda que después del ávido expolio, se diputa a sí misma para ir a chillar y
gesticular bajo las cúpulas de los templos y sobre las terrazas de los
palacios!
¡Ved a esos grandes
monos hediondos a sudor de codicia, a orín de consentido vasallaje, tratando de treparse al árbol
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